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Crepúsculo pertenece a una época añorada por muchos: aquella en que las revistas de cómic lucían sus magníficas portadas en los quioscos. La primera obra de largo aliento de Pasqual Ferry pertenece a aquella generación y es, como suele decirse, hija inequívoca de los tiempos que la vieron nacer. En ella se detectan sin esfuerzo las características propias de las historias por entregas: capítulos de aproximadamente ocho páginas, tejidos con la suficiente habilidad como para ofrecer una falsa sensación de historia cerrada en cada uno de ellos pero, al mismo tiempo, dejando el relato suspendido hasta la aparición del próximo número. Se desarrolla una mini trama en cada capítulo que, unida a las del resto, forma un relato global más largo y ambicioso. Sólo al final, con la última entrega, se ve el lector recompensado con una visión global y definitiva, coherente y bien armada, de la obra. Diremos, de paso, que las historias por entregas eran el mejor campo de entrenamiento para los narradores noveles, al verse obligados a concebir un relato que funcionara en episodios breves, sin perder por ello de vista el conjunto. Es el punto intermedio entre la historia corta y el álbum. Un formato que desgraciadamente se ha perdido, condenando a los autores actuales a embarcarse en proyectos largos de futuro incierto o a concebir historias breves, sin la oportunidad de continuarlas, de desarrollar sus propios universos más allá de ese circuito cerrado que viene a morir en la frontera habitual de las ocho páginas (y no mucho más).

Crepúsculo - Pasqual Ferry - Toutain Editor

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Crepúsculo pertenece a una época añorada por muchos: aquella en que las revistas de cómic lucían sus magníficas portadas en los quioscos. La primera obra de largo aliento de Pasqual Ferry pertenece a aquella generación y es, como suele decirse, hija inequívoca de los tiempos que la vieron nacer. En ella se detectan sin esfuerzo las características propias de las historias por entregas: capítulos de aproximadamente ocho páginas, tejidos con la suficiente habilidad como para ofrecer una falsa sensación de historia cerrada en cada uno de ellos pero, al mismo tiempo, dejando el relato suspendido hasta la aparición del próximo número. Se desarrolla una mini trama en cada capítulo que, unida a las del resto, forma un relato global más largo y ambicioso. Sólo al final, con la última entrega, se ve el lector recompensado con una visión global y definitiva, coherente y bien armada, de la obra. Diremos, de paso, que las historias por entregas eran el mejor campo de entrenamiento para los narradores noveles, al verse obligados a concebir un relato que funcionara en episodios breves, sin perder por ello de vista el conjunto. Es el punto intermedio entre la historia corta y el álbum. Un formato que desgraciadamente se ha perdido, condenando a los autores actuales a embarcarse en proyectos largos de futuro incierto o a concebir historias breves, sin la oportunidad de continuarlas, de desarrollar sus propios universos más allá de ese circuito cerrado que viene a morir en la frontera habitual de las ocho páginas (y no mucho más).

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